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Pontevedra, la costa del infinito azul (Versión Castellano)

Dicen que si quieres conocer la forma de ser de un pueblo, lo primero que tienes que hacer es recorrer sus aldeas y sus campos, atravesar sus ciudades y perderte por los senderos de la tierra que habita. Dicen que el paisaje es la clave que nos permite descifrar el yo más íntimo y verdadero de las gentes, su manera de entender el mundo.
Si quieres descubrir un lugar, lo primero que debes hacer es empaparte de su geografía y llenarte los ojos con sus horizontes. Y yo quiero que me descubras. A mí y a cuantos habitamos esta costa de azules infinitos, en este lugar de la Tierra que llamamos Pontevedra. Son apenas cuatrocientos kilómetros, pero son todo un mundo. Quiero que descubras, a través de nuestros paisajes, nuestra peculiar forma de mirar, porque conocer es la única forma de entender y querer. Déjame servirte de guía y abrirte las puertas de mi tierra, de mi mar. ¿Me acompañas?
Aquí, en la desembocadura del Miño, comienza nuestro viaje. Aquí el Miño se hace Atlántico bajo la mirada atenta del castro del monte de Santa Trega, que parece vigilar con atención el fuerte portugués que ocupa la mayor parte de la isleta de Ínsua, testimonio de tiempos más belicosos que los actuales.
El Trega es una magnífica atalaya desde la que atisbar nuestro camino hacia el norte: treinta kilómetros de costa escarpada y casi rectilínea, incrustada entre la serra da Grova y el Atlántico, que comienza en la villa marinera de A Guarda y que avanza hasta Baiona. Tierra hoy amable pero en tiempos dura, de gentes hechas al sabor salobre del viento y al fragor de las olas que rompen contra las rocas. Solo hacia su mitad se abre una mínima ensenada para alojar la impresionante obra del monasterio cisterciense de Santa María de Oia, cuna de monjes artilleros que defendían la costa de los ataques piratas.
Al llegar a Baiona el panorama cambia por completo: la escarpa se hace playa y abrigo. Aquí comienza el profundo entrante de la ría de Vigo. El límite lo marca el cabo Silleiro y, muy cerca, la silueta de la fortaleza de Monterreal, hoy Parador Nacional, que durante siglos sirvió de protección, con el monasterio de Oia, contra los ataques por mar.
Pasada Baiona, el mar se adentra en la ría con ansia, como si quisiera fundirse con la tierra. Tras el puente románico de A Ramallosa nacen las grandes playas: América, Panxón, Patos, el Vao, Samil... Este es el paraíso del verano, la costa del descanso azul. Aquí, el calor se viste de mar y de relax, de paseos al atardecer y puro placer gastronómico. Aquí también, en Toralla, construyeron un castro los celtas y una villa los romanos, y un poco más allá, en la punta do Muíño, se levanta el Museo do Mar, que es en sí mismo, en su especial arquitectura y en su simbiosis marina, una celebración de la Galicia marinera.
Y ya, de golpe, Vigo, la gran ciudad del sur, la urbe viva que se encarama al monte do Castro, con su fortaleza y su verdor, y a la Guía, colinas y atalayas desde las que la vista se pierde en las aguas dóciles, en las bateas cargadas de mejillones, en la silueta siempre presente del puente de Rande, símbolo renovado de una ría que se convierte, tras los tirantes del puente, en amplia ensenada. En estas aguas, alrededor de la isla de San Simón, cárcel y lazareto, entablaron combate mortal la flota francoespañola y la angloholandesa, allá por 1702, y en ellas se hundió, si hemos de hacer caso a los sueños, el tesoro de la Flota de Indias.
Pero hemos de seguir. Atravesamos Redondela y dejamos atrás su Casa da Torre y sus hermosas callejuelas y nos dirijimos a la desembocadura del río Verdugo en Pontesampaio, con su hermoso puente que fue escenario de un decisivo combate durante la guerra contra los franceses, allá por los albores del siglo XIX; y, muy cerca, el impresionante escenario de las salinas de Ulló, un rincón perfecto para el paseo y el descanso.
Ulló es puerta de entrada al Morrazo, la península que divide las rías de Vigo y Pontevedra. Esta es tierra de gentes marineras e independientes, de huertas y casas esparcidas como semillas lanzadas al vuelo. Y es que aquí los conceptos se difuminan y se retuercen, y nadie se atreve a decir qué es rural y qué urbano...

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11 февраля 2021 г. 23:53:45
00:18:27
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