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#MAZATLÁN La Quinta Echeguren

Enrique Vega Ayala

Al iniciar el año de 1904, El Correo de la Tarde daba la noticia de que un nuevo chalet de Echeguren se construía en la falda del cerro de la Cruz. La nota brinda una idea precisa de las dimensiones de la obra:

“Se está construyendo actualmente una bonita finca, que contribuirá a hermosear este barrio poblado ya que pintorescos edificios. Pedro Echeguren encargó los planos al Ing. Arquitecto Elizalde de San Sebastián, España, y [fueron] enviados al representante de Echeguren en este puerto. Los trabajos de albañilería fueron dados a los Sres. Ramírez y Cía., quienes desde hace quince días comenzaron los trabajos de cimentación. Los cimientos son de roca y mezcla con 90 cm. de espesor. La piedra se ha arrancado del mismo cerro por medio de cohetes de dinamita. Se ha rebajado además el camino que conduce al chalet con objeto de que puedan subir fácilmente los carruajes. El cuerpo principal del edificio medirá 27 metros de largo por 20 de ancho y por la parte de el mar se construirá una torre de tres pisos. El departamento destinado a la servidumbre que dará al mar, medirá 16 metros de largo por 10 de ancho y debajo de él habrá un sótano para almacenar vinos. El comedor, el salón para fumar y la sala quedarán en la planta baja y en el segundo piso habrá cinco dormitorios, varios salones serán decorados con todo lujo, tocador, un mirador, una terraza, etc. El departamento que en este piso se destinará a la servidumbre, se compondrá de tres departamentos, baño, dormitorio, etc. La altura del edificio será de 20 metros que, con cinco más que se prolongará la torre hacen un total de 25. Un total de 80 hombres trabajan en la construcción. Como se ve, por los datos anteriores, el chalet del Sr. Echeguren será mejor que la quinta destruida, mejor y más elegante, y aquella porción de la ciudad habrá ganado mucho con la substitución”.

La finca de Echeguren, “la quinta destruida” según la nota periodística, había sido incinerada en 1903 como parte de las medidas adoptadas para combatir la peste bubónica, pues en allí murió víctima de la epidemia el encargado de cuidar la casa.

Cuarenta años más tarde, el chalet fue noticia de nuevo. Los periódicos porteños informaron el 13 de septiembre de 1944: “La histórica Quinta de Echeguren semidestruida por una descarga eléctrica.” La noche del 12 de septiembre una tormenta dejó enormes daños en el puerto. Hubo una gran cantidad de chozas derribadas por el ventarrón, pero el incendio de la Quinta fue tema de muchos días. La nota principal de El Correo de la Tarde explica los pormenores del percance en su edición:

“Durante lo más recio de la tormenta, una descarga eléctrica cayó sobre el pararrayos del edificio, pero, como el cable de descarga a tierra estaba desconectado, el fluido descargó sobre el maderamen produciendo el incendio. Cerca de las 24 horas se dio aviso a la policía y a los bomberos. Los trabajos de salvataje fueron estériles consumiendo el fuego las techumbres y parte de la planta alta, salvándose los pisos inferiores”.

La chispa que produjo el incendio, también encendió la imaginación. A raíz del fuego empezaron a tejerse un sinfín de historias sobre la Quinta. La muerte de los encargados, uno de fiebre bubónica y otro de tuberculosis; la presunta muerte de la esposa de Pedro Echeguren; y, los dos incendios, dieron pie para que se urdiera una leyenda negra alrededor de aquella extraña casa. El “historial romántico” –delineado por el propio periódico aquel día-, recoge el feliz alumbramiento de las primeras fantasías:

“El Sr. Echeguren, deseando traer a su esposa, que radicaba en San Sebastián, España, a esa ciudad, quiso darle la impresión de trasladarle la finca en que habitaba. De esta manera, se trajeron las fotografías y planos del edificio construyéndose la Quinta, copia exacta de la que habitaba la Sra. Echeguren en San Sebastián. No quedó olvidado ningún detalle, se le hizo la misma distribución de parque y jardines, de habitaciones, la orientación con la misma vista al mar. Se sembraron también plantas similares, se trajeron muebles iguales, tapices y alfombras, llegando la minuciosidad hasta las condiciones de acústica de las habitaciones. No se olvidaron tampoco los animales y plantas exóticas. Cuando el Sr. Echeguren emprendió el viaje para traer a su esposa, esta falleció, no pudieron por tanto ocupar el edificio construido especialmente para ella. De este modo la Quinta permaneció generalmente deshabitada, teniendo solo personas encargadas de su conservación y aseo”.

Las ruinas, abandonadas durante mucho tiempo, alimentaron las versiones más lúgubres sobre la tragedia de la Quinta. A poco más de setenta años del incendio, el lote – donde estuvo este “castillo” –, sigue baldío.

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14 января 2018 г. 7:10:21
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