Procusto (mito griego): el perverso afán de querer hacernos iguales

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Hoy vamos a ver uno de esos mitos griegos geniales y que a pesar de tener más de 2.000 años está más vivo que nunca. Los griegos fueron capaces de ahondar en las entrañas del ser humano como nunca se había ahondado, y el mito de Procusto que voy a narrarte y explicarte plantea un problema filosófico y político que aún hoy nos desconcierta.

Damastes o Procusto, como es llamado en algunos textos, era hijo del dios del mar, Poseidón, aunque otras versiones lo hacen descender de un gigante. Procusto viene a significar en griego algo así como el estirador.
Cuentan los mitos griegos que Procusto tenía una posada en un monte del Ática, no muy lejos de la próspera Atenas, en la que recibía viajeros con mucha cortesía y amabilidad. Pero cuando llegaba la noche y el invitado dormía plácidamente en la cama de hierro que le había ofrecido Procusto, este lo ataba de pies y manos y proseguía con su málefico ritual.

¿En qué consistía? Si el invitado que yacía en el lecho medía más que la cama, procedía Procusto a cortarle los pies para que se ajustara a las medidas de la cama. Si por el contrario, no sobrepasaba las medidas, sino que era más pequeño que el tamaño de la cama, Procusto estiraba tortuosamente su cuerpo hasta que desencajando, conseguía adaptarlo al tamaño justo de la cama.
En esas estuvo Procusto durante mucho tiempo, hasta que cierto día vino a su posada el Héroe Teseo y le dio muerte con el mismo martirio que él había dado a sus anteriores huéspedes.

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