El CARNICERO de la MAFIA: Tommy "Karate" Pitera

Thomas Pitera es una figura enigmática y temida en el mundo del crimen organizado neoyorquino, convirtiéndose en uno de los miembros más temidos de los Bonanno.
Físicamente, suele ser descrito como imponente e intimidante, moldeado en parte su habilidad en las artes marciales, una disciplina que comenzó a practicar desde la adolescencia y que lo llevó a estudiar muy lejos algún tiempo.
Pero en el ámbito mafioso, se destacó por su brutalidad y métodos inusuales para deshacerse de sus víctimas. Leía como loco para cumplir su tarea de la forma más grotesca y eficiente posible.
Gracias a su característico y macabro estilo de ejecución, fue sospechoso de hasta sesenta asesinatos, sin contar que su carrera criminal incluyó tráfico de drogas y extorsión.
Esta es la historia de “Tommy Karate”, el brutal asesino que hoy se encuentra tras las rejas.

Gravesend, Brooklyn, Nueva York.
El dos de diciembre de mil novecientos cincuenta y cuatro nacía en ese barrio un niño llamado Thomas.
Era hijo de Joseph "Joe" Pitera, un italoamericano que vendía dulces al por mayor desde un desvencijado puesto ambulante; y Catherine Bugowski, una mujer de ascendencia alemana y polaca que había heredado de sus antepasados una mirada inexpresiva.
Por aquellos días, Brooklyn fue un lugar donde las comunidades migrantes florecieron a pesar de las dificultades económicas y la discriminación.
Afortunadamente para ellos, resistieron gracias a su arraigo cultural y los lazos comunitarios.
Sin embargo, la base industrial del distrito comenzó a desmoronarse cuando los fabricantes se trasladaron a lugares más económicos, lo que resultó en un éxodo masivo de residentes de clase media hacia los suburbios.
En medio de estos cambios, el crimen organizado prosperó y la mafia ejerció una influencia significativa en varios sectores, incluidos la construcción y los sindicatos.
Las cinco familias, incluidos los Bonanno, ya estaban haciendo de las suyas en aquellos rincones.
Con ese telón de fondo, si su padre soñaba con prosperar en el mercado de las golosinas y la comida dulce, Thomas soñaba con todo menos con dulzura.
Su educación siempre estuvo lejos de ser normal. De hecho, en la escuela secundaria David A. Boody, ubicada en la avenida S, era el chico al que nadie quería cerca.
Su voz enclenque y chillona, que sonaba más como una broma que como un llamado al respeto, lo convirtió en el blanco favorito de los bravucones.

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