Retiro Dios Padre 03 de 10: El misterio de la voluntad del Padre

1. Grandeza y miseria de la voluntad humana
- Nuestra voluntad nos permite ir más allá del imperio del instinto: nuestro querer voluntario es un querer guiado por la razón.
- Con razón se habla de la "fuerza" de la voluntad. Hay testimonios impresionantes. Entre tantos, Tony Meléndez.
- Pero la voluntad también tiene sus "enfermedades": ante todo, la rebeldía, el capricho y la obstinación.
- En cierto sentido, en nuestra voluntad está el eje central de nuestra vida y de la eternidad.

2. El don de la inteligencia
- Nuestra inteligencia es un don precioso: nos permite descubrir qué SON las cosas, no sólo como aparentan ser, o qué relación tienen con nuestros gustos o necesidades.
- La inteligencia busca lo que las cosas son principalmente a través de preguntas, de esta clase: ¿Cómo está hecho esto? ¿Cómo funciona? ¿De qué está hecho? ¿Quién lo hizo? ¿Para qué?
- Las preguntas alcanzan su mayor profundidad cuando nos preguntamos por el universo, el sentido de la Historia, Dios, o el sentido de nuestra propia vida. Esta clase de preguntas son inevitables y uno hace bien en planteárselas abiertamente.
- Pero muchas preguntas no tienen una respuesta tan sencilla e inmediata como "¿Esto qué precio tiene?" Hay preguntas que son inagotables, en el sentido de que siempre podemos ahondar más y obtener de ellas un poco más de luz. En ese caso hablamos de "misterios."

3. Los designios de Dios son "misterio"
- Las grandes preguntas sobre Dios nos desbordan. S. Tomás dice que de Dios sabemos más lo que NO ES que lo que ES.
- Y así sucede con muchos de sus designios: ¿Por qué creó el mundo? ¿Qué desea de nosotros, si a Él no le falta nada? ¿Por qué se ha revelado a un pueblo y no a otro? ¿Por qué permite el mal, especialmente el sufrimiento de los inocentes?

4. Cristo nos acerca al misterio del querer divino
- Nosotros sólo llegamos a conocer realmente a Dios por connaturalidad. Es lo que nos da el Espíritu Santo: participación en la naturaleza divina.
- Todos los dones del Espíritu nos "sintonizan" con Dios pero debe destacarse el lugar que tienen los dones de entendimiento, ciencia, consejo y sabiduría.
- En la contemplación de la vida de Cristo, sobre todo, de su Pasión; y en la acción del Espíritu Santo en nosotros llegamos a percibir en la mente y el corazón el propósito divino, y no como algo externo, sino como algo que nos atrae, ilumina nuestro entendimiento, deleita nuestra voluntad y nos hace felices y fecundos.

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