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MAMÁ - Hora punta en el metro/Instrumental (Rosana)

ROSANA (1976)
Estaba perdidamente enamorado de ella. La única manera de acercarse a una chica entonces era que los de la pandilla hiciesen correr el rumor por los pasillos del Pim Club: Noliño anda por Rosana. El Bosque de los Desamparados me descubrió su cuerpecito amparado bajo el ramaje de un joven eucalipto, pletórico como nosotros de aromas mentolados.
A la salida de las Permanencias los más revoltosos nos refugiábamos en alguno de los reservados del Alaska (*), prohibitivas oquedades de vistosa marquetería ondulada, tremendamente propicias para motear de DYC con Pepsi-Cola las perneras acampanadas de nuestros Lois del Mercado y ahogar nuestros límpidos pulmones con el ceremonioso humo del Record.

ROSANA (1977)
El tapiado solar de enfrente derramaba sobre la acera las únicas ramas urbanas de cerezo, cargadas con su rojo fruto, opíparo festín de las tres y cuarto. Aquel asiento de skay rechinaba haciendo inútil cualquier movimiento sorpresa; su plisada falda casi castrense no lograba ocultar el negrón desdibujado de una de sus traviesas rodillas. Su uniforme olía a patio de colegio religioso, un embriagador aroma que me resultaba familiar, mezcla de pinturas Alpino recién afiladas, incienso de sacristía y transpiración infantil.
Después de acompañar a Rosana hasta su portal me invadió una cierta desazón. De retirada me entretuve pensando en el vestido que llevaba, en el tacto de su espalda.

ROSANA (1978)
La observaba mientras se atusaba y recogía su pelo con una diadema negra, centelleante por momentos debido a las estrellas de purpurina que la adornaban. El chicle Niña escondía en su envoltorio un vestidito recortable que inmediatamente iba a parar a las páginas centrales del diccionario de francés, como si le hiciese falta un ligero planchado antes de lucir en el coqueto álbum.
No le dio tiempo a masticarlo. En posición verticalmente inestable y perpendicular al Arco de Triunfo, aquel ladrillito de sabor fresa tendría que esperar otra ocasión mejor para ser ablandado entre pueriles fauces.

ROSANA (1979)
Ya no importaban los testigos, ni siquiera el pesado pero inofensivo tipo de la visera amarilla de Walco, empeñado todas las tardes en que nos aprendiésemos de memoria su obsesiva «Cara de gitana». Estaba malacostumbrando a Rosana al permitirle tumbarse total y despreocupadamente en mi regazo; ocupábamos cuatro asientos y tan sólo consumíamos una Pepsi a medias con un Toblerone que ella traía del Beiras.
El incansable imitador de Daniel Magal no tardaba en desfallecer sobre la barra, señal inequívoca para hacer sonar en la máquina de discos «Sólo tú» de Matia Bazar, y «Balada para Adelina» de Richard Clayrderman, aunque muy pronto serían sustituidas por otras dos más recientes: «Sólo pienso en ti» de Víctor Manuel y «No lastimes más» de Rocío Dúrcal.

ROSANA (1980)
Me costaba creer que llevásemos tanto tiempo juntos. Lejos quedaban aquellos años en que su piel de tan fina que era resbalaba al tacto. Sin embargo todavía conservaba incólume su infantil sentido del humor, inagotable, desarmante. Desde la terraza observaba el tintineante y débil alumbrado que como una hilera de luciérnagas se extendía por la costa del Barbanza. Encendía un cigarrillo y abría la galería para que se ventilase el pesado humo que se iba acumulando en el balcón. Llegaba, y sin avisar se colocaba frente a mí, de espaldas, frotando su trasero lentamente como una strip girl, y sin dejar de hacerlo giraba la cabeza buscándome, y entonces le daba una calada al cigarrillo y desaparecía.

ROSANA (1981)
Desde una apartada orilla del Terrón divisábamos cómo la fumata blanca emanaba de la chimenea de una de esas fábricas que ocupaban el paradisíaco litoral. Allí perdimos la inocencia, nadando desinhibidos entre galeones semihundidos y varados como cachalotes desvencijados por el progreso, en aquel mar interior y pacífico, celoso de nuestros devaneos acuáticos. Nos sentamos en un peñasco, te quitaste la parte de arriba del bikini y cogiendo mi mano la dirigiste poniendo rumbo hacia tu pálido y pecoso torso de quinceañera. Fueron nuestras últimas tardes con sabor a fresa ácida. Tardes de arrumacos en el Jardín de Ravella; tardes de paseos por la Playa de Compostela... Diez años atrás_junto a su portal_el primer beso a mí me dio_quizás lo haya olvidado. Por suerte, ya estaba aquí la nueva ola madrileña.

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Tema instrumental: Mamá: Hora punta en el metro. Corte y edición por software algorítmico a partir de pista de CD. Foto grupo: Fernando Garrido.
Relato ROSANA: Manu Guinarte.

(*) La cafetería Alaska de Vilagarcía nos quedaba a medio camino del Colegio Nacional José Antonio, su dueño permitía que pasáramos allí largas horas, aprendiendo a vivir, desaprendiendo lo que no muy lejos nos enseñaban.

Видео MAMÁ - Hora punta en el metro/Instrumental (Rosana) канала Manu Guinarte
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21 декабря 2022 г. 17:02:12
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