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TROYA...INICIO DE UN DESCUBRIMIENTO: EL TESORO DE PRIAMO (PARTE 2)

Los recuerdos de infancia de Heinrich Schliemann eran sombríos. Schliemann nació en 1822 en Neubukow, pequeña aldea de la Alemania septentrional. Hijo de un pastor protestante, desde niño mostró un notable interés por las fantásticas aventuras de los héroes homéricos. Fue su mismo padre, con las viejas leyendas de su tierra y sobre todo con el ejemplar de la Iliada que regaló al peqeño Heinrich, quien encendió ese entusiasmo que llevaría a su hijo, muchos años después, a buscar por el Mediterráneo los lugares donde se habían desarrollado las gestas homéricas.
Pero la infancia y la adolescencia no le resultaron fáciles. A los 14 años, Heinrich fue separado de su amada Minna, a quien conocía desde la niñez, para ser aprendiz en el degradante trabajo de ayudante de tendero.
Pero Schliemann se sentía oprimido por la vaciedad de su vida. En el verano de 1868, fascinado por la oportunidad de hacerse arqueólogo, viajó a Itaca y organizó una pequeña expedición de aficionados para descubrir el castillo de su héroe Ulises. Reunió suficientes chucherías para convencerse de que había hallado la recámara de Ulises y su fiel esposa Penélope. Como le ocurría con frecuencia, su entusiasmo lo hizo llegar a conclusiones que eran inaceptables para las demás personas. Luego viajó a las planicies de Constantinopla, donde tradicionalmente se situaba a la mítica ciudad de Troya. Los pocos que creían que la ciudad existió tal y como fue descrita por Homero consideraban que su lugar más probable era Burnarbashi, a pesar de estar a unos 15 km del mar Egeo. Basándose en eventos de La Ilíada, Schliemann prefirió investigar una colina llamada Hissarlik, más cercana a la costa. Con su característica energía, bombardeó al gobierno turco con peticiones para que se le autorizaran y facilitaran las excavaciones.
Schliemann, por otra parte, no fue el único entre sus contemporáneos en haber tenido esa intuición: el anticuario inglés Robert Calvert, propietario de media colina, había realizado antes que él pequeñas excavaciones de prueba. Pero Schliemann fue el primero en pasar, sin vacilaciones y a gran escala, de las interpretaciones a los hechos, arrastrado por una arrolladora convicción.
Sin embargo, Schliemann no estaba tan ocupado como para olvidarse de encontrar a su propia Penélope. Regresando a Indianápolis para iniciar su divorcio de Ekaterina, decidió que debía tener una esposa griega. Escribió a un viejo amigo en Atenas y le pidió la fotografía de cualquier mujer joven que fuera hermosa, gustara de la poesía de Homero y de la Historia, estuviera dispuesta a viajar. Su amigo le propuso a Sofía Engastromenos, la hija de 17 años de un comerciante en tejidos que había tenido grandes reveses económicos. En la primera cita, el candidato a marido preguntó a la hermosa adolescente si le gustaría salir a un largo viaje, si conocía la fecha en que el emperador Adriano visitó Atenas y si podía recitar de memoria algún pasaje de Homero. La respuesta fue "sí" a todas las preguntas, pero la franca respuesta de la muchacha a otra pregunta casi rompió el compromiso. Cuando Schliemann le preguntó en privado por qué se casaría con él, ella respondió: "Porque mis padres me dijeron que usted es rico." El financiero sufrió durante dias como un adolescente herido, pero finalmente se celebró el matrimonio.

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4 мая 2011 г. 19:49:36
00:08:35
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