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Érase una vez el Sáhara español

A pesar de que, por su cercanía a las Canarias, los marinos castellanos pasaron siglos recalando en las costas saharauis, la presencia española allí es muy reciente; se remonta a 1884. En aquel año Francia, Inglaterra y Alemania se pusieron de acuerdo para convocar una conferencia internacional en Berlín al objeto de que las potencias europeas –España, aunque venida a menos, todavía lo era– se repartiesen el continente africano pacíficamente. Cada país llegó con sus reclamaciones y los hechos objetivos que las respaldaban. España, baldada después de un siglo de guerras en la península y en ultramar, golpes de Estado y tantas constituciones como gobernantes, a poco podía aspirar.

A diferencia de portugueses y franceses, los españoles no podían presumir de africanismo. Durante cuatro siglos habían volcado sus fuerzas en la empresa americana y apenas les quedó tiempo y dinero para emprender la colonización de África. Todo lo más que los delegados españoles en la conferencia podían reclamar eran unos derechos históricos sobre unas islas del golfo de Guinea y cierta presencia más o menos continua en el norte de Marruecos y las costas del Sáhara. Arguyeron que ya se habían establecido factorías costeras y que estaban ultimando los preparativos para la fundación de una ciudad, Villa Cisneros, en la península de Río de Oro. Alemanes, franceses y británicos, poco o nada interesados en ese despoblado rincón del desierto, accedieron a las reivindicaciones españolas y de ahí surgieron dos colonias: la de Río de Oro en el sur y la de Saguia el Hamra en el norte.

La exploración fue lenta. Los habitantes eran pocos, no había ciudades y la única riqueza conocida, la pesca, se venía explotando desde tiempo inmemorial. Las fronteras definitivas no se trazaron hasta 1920. La capital, El Aaiún, no se fundó hasta 1940, y no fue sino hasta bien entrada la década de los 50 cuando se empezaron a explotar los recursos naturales con vistas a costear, siquiera en parte, los cuantiosos gastos que ocasionaba aquel remoto e improductivo lugar.

Para entonces el Sáhara se había convertido ya en el África Occidental Española, pomposa denominación inspirada en los usos franceses. En 1958, coincidiendo con la independencia de Marruecos y la entrega a Rabat de la colonia de Cabo Juby, las posesiones saharianas pasaron a ser una provincia española casi como cualquier otra: enviaba procuradores a Cortes, tenía código propio de matrícula (SH) y un gobernador general. Los lugareños, conocidos como saharauis, eran prácticamente españoles. Podían viajar a la metrópoli y establecerse en ella si así lo deseaban, libraban sus deudas en pesetas y se les expedía un DNI parecido al nuestro, pero con un distintivo rojo. Durante 18 años, los que estuvo jurídicamente vivo el llamado Sáhara Español, la nueva provincia registró un importante crecimiento económico y demográfico. Las minas de fosfatos, descubiertas a finales de los 40, y la exuberante pesquería costera, unido a un flujo ininterrumpido de capital desde la península, pusieron el territorio en el mapa por primera vez en la historia.

La situación no tardó en dar un brusco giro. Hasán II, rey de Marruecos desde 1961, se tomó como algo personal la anexión del Sáhara, que consideraba parte irrenunciable de su país. Después de caldear el ambiente durante varios años, en octubre de 1975 organizó una expedición, a la que denominó Marcha Verde, con 300.000 civiles desarmados. Su misión sería cruzar la frontera y plantarse delante de las tropas españolas, que tendrían que elegir entre perpetrar una matanza de civiles o retirarse. Por otro lado, el estruendo revolucionario de las guerras de independencia africanas había llegado a la zona: en 1973, unos jóvenes universitarios capitaneados por El Uali Mustafa Sayed fundaron el Frente Polisario a imagen y semejanza de los movimientos de liberación nacional que proliferaban por el Tercer Mundo.

El Polisario, cuyas siglas responden al castellanísimo nombre de Frente Popular de Liberación de Saguia el Hamra y Río de Oro, no tardó en atentar contra los destacamentos españoles y las instalaciones mineras. Para colmo, Franco se estaba muriendo y en la Península se abría una nueva etapa política llena de incógnitas. Todos, empezando por el Rey, sabían que había que salir del Sáhara.

Pues bien, para hablar de este tema tan interesante como desconocido vuelve a La ContraHistoria Carlos Pérez Simancas, todo un experto en estas pequeñas historias.

Bibliografía:
- "La historia prohibida del Sáhara Español" de Tomás Bárbulo - https://amzn.to/3MCYodw
- "Ifni, Sáhara, Guinea" de Emilio Martín Ferrer - https://amzn.to/3SzHwrV
- "Sáhara Español. El último reemplazo" de Xavier Gassió - https://amzn.to/3FR7nUH
- "Agonía, traición, huida: el final del Sahara español" de José Luis Rodríguez - https://amzn.to/3QThlvp

Видео Érase una vez el Sáhara español канала Fernando Díaz Villanueva
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10 ноября 2023 г. 5:30:13
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