Se vale cansarse pero no rendirse

Hay aceleradores buenos y malos. El acelerador malo precipita al desastre, el acelerado bueno impulsa a amar con todo el corazón.

También hay frenos buenos y malos. El freno bueno es el que a pesar de la tentación desvía del mal camino.

Los frenos malos son los que te detienen en el camino hacia Dios. Hay muchas clases de freno: miedo, tristeza, desánimo, mediocridad, autodescalificación, Ingratitud...

Frenos que imponen los enemigos del alma:

- Lo que el mundo quiere es que te acomodes. El lenguaje del mundo dice: “no exageres”, esta es la primera tentación de un católico: quedarse siendo simplemente bueno. Esto quita el impulso, las ganas.

- La carne te invita a disfrutar del placer sin preocupaciones, entrando en la “soberbia de la vida” que es la caricia al propio ego. Este introduce en un mundo de fantasía desde el engaño de: “nada va a fallar” dejando a Dios para después.

- El demonio frena al decir al oído: “Te abandonó”. ¿Dónde está tu Dios?, su propósito es que te desconectes de Dios

Una buena vida espiritual consiste en escoger el buen acelerador y rechazar el mal freno.

Los santos pasaron por esto.

* Elias, el hombre que llegó al límite de sus fuerzas. Por mandato del rey, todos le buscaban para darle muerte. A fin de sobrevivir lleva una vida errante en la que la huida le lleva al borde de la desesperación, allí le habla a Dios y le proclama su Señor.

* Pablo inspirado por el Espíritu Santo va a evangelizar. En Filipos empezó a tener enemigos. Allí, agarraron a Pablo y a su compañero de misión, los azotaron, encarcelaron y los enviaron a lo profundo del calabozo.

¿Qué hacen? Le hablan a Dios y proclaman su señorío. Lo que más quiere el demonio es que dejes de orar. Mientras tú le hables a Dios y quieras escucharle, eres invisible. El demonio triunfa cuando te desconectas.

* San Atanasio: Cuando fue nombrado obispo de Alejandría tenía clara la ortodoxia, defenderla le ganó enemigos. Estos se ensañaron contra él de manera que fue 5 veces enviado al destierro y en lugar de él ponían obispos arrianos.

Ante esta humillación, siguió en su fe y en su oración y empezó a evangelizar de otra manera.Si a Atanasio le cerraron esta puerta, él buscaba esta otra. No se detuvo.

* Cuando la madre Teresa de Calcuta murió se supo que había sufrido pavorosamente debido a sequedad espiritual. Siente que pierde el tiempo y llega incluso al borde de dudar de la existencia de Dios.

A pesar de esto ella nunca se desconecta. Sigue orando y sigue sirviendo, sigue predicando, sigue amando, sigue proclamando a Dios como Señor, atenta a las puestas que se abren.

El freno perverso tiene un nombre: Acedia. Consiste en una especie de tristeza, de desánimo, en una especie de pereza que hace que cualquier dificultad parezca demasiado grande y cualquier motivo para servir a Dios, demasiado pequeño.

La acedia afecta a todo cristiano que ha tomado una decisión seria por su fe. Las decisiones triviales son de poco tiempo, las decisiones serias son para toda la vida y las decisiones más serias son para la eternidad.

Una decisión seria afecta el resto de tu vida. La acedia produce una especie de tristeza del bien, de modo que el bien no mueve. Los padres espirituales entienden por ella una forma de aspereza o desabrimiento.

Comienza por el descuido de la vigilancia. Por la pantallita del celular si te descuidas se te va metiendo el mundo.

Recomendaciones obvias:

1. Revisa juiciosamente tu horario. ¿Eres consciente de que lo único que tienes en la vida se llama tiempo? Si pierdes el tiempo pierdes todo, pierdes tu vida.

2. Oración, así sea sin ganas. Dile al Señor estoy aquí sin ganas, pero soy tuyo en este desánimo, ¡rescátame!

3. Cuida tus palabras, el desánimo es terriblemente contagioso. Ten cuidado con las palabras que dejas entrar a tu corazón. Hay que estar informados pero no recargados.

4. Evalúa tu servicio, deja las disculpas. Lo propio de la acedia es hacer de los granos de arena montañas. No te detengas en el servicio. Muchos no tienen lo que tienes, piensa en que tendrás que dar cuenta del bien que pudiste y no quisiste hacer.

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