Les amants réguliers - Philippe Garrel (película completa subtitulada)

Les amants réguliers 2005 Philippe Garrel

Los amantes habituales, subtitulos en español.

"Los amantes regulares (2005) es un estremecedor viaje de tres horas al convulso mayo del 68 y sus postrimerías, escenario que el veterano Philippe Garrel utiliza para documentar los instantes que median entre la posibilidad de alcanzar la gloria (personal, colectiva, en el amor, en la guerra) y la certeza de haber fracasado estrepitosamente.

François (Louis Garrel) es un joven poeta parisino involucrado en las revueltas de mayo del 68. Lo vemos escaqueándose de unos oficiales que pretenden reclutarlo para el servicio militar, levantando barricadas en el Barrio Latino y garabateando poemas aquí y allá.

Los meses pasan. La revolución pierde fuelle. François frecuenta junto con otros amigos artistas y revolucionarios el piso de Antoine (Julien Lucas), un joven adinerado que actúa a modo de mecenas de todos ellos. En esta torre de marfil, se habla sobre el maoísmo, los caducos valores de la Francia gaullista y el arte. Se citan versos de Musset, uno de los jóvenes pinta cuadros incansablemente, se disparan en la sien con pistolas descargadas y fuman opio en cantidades industriales. Una calavera preside los encuentros, cortesía de Antoine, que profanaba tumbas cuando era adolescente.

Lilie (Clotilde Hesme), una joven escultora que coincidiera con François en las barricadas, comienza a frecuentar el piso de Antoine. Pronto François y Lilie se enamoran. A medida que su relación se consolida comienzan a surgir las inevitables cuestiones relacionadas con el compromiso, las obligaciones, la fidelidad y un futuro en común.

En su primera media hora, Los amantes regulares parece un retrato a pie de barricada del mayo francés del 68 al estilo cine verité, con cámara fija y mirada neutra: murallas levantadas con adoquines, coches volcados y fuego en un fantasmagórico Boulevard Saint Michel, lluvia de cócteles molotov y hordas policiales armadas hasta los dientes.

Pero son los acontecimientos posteriores a la batalla lo que interesa a Philippe Garrel, miliciano él mismo de un ejército de un solo hombre durante cuatro décadas de independencia cinematográfica.

Así, en la segunda parte del filme presenciamos un considerable giro de timón: de la acción revolucionaria callejera pasamos a unos apáticos interiores, del sueño del cambio al ensueño del opio. Las barricadas que les protegen contra lo que les disgusta las forman ahora los amigos, el amor. Muta también la música. Del pop saltarín de The Kinks al anémico y ensimismado piano de Jean Claude Vannier.

Garrel documenta el desengaño y la pérdida (de ideales, de amistad, amor, ilusión por el arte, por la vida) y lo hace sin sentimentalismos ni grandilocuencias. Con el tono aséptico y pulcro de todo buen cronista; con la lentitud y serenidad necesarias para entender el proceso gangrenoso de la devastación y el vacio.

Por su lado, el blanco y negro cavernoso, sin grises de por medio, de la cámara de William Lubtchansky añade a la causa tenebrosidad e inquietante belleza. Elegante en el despertar amoroso, fatídico cuando en la relación de François y Lilie aparecen los primeros baches.

Visualmente incontestable, el filme de Garrel posee además como principal virtud un extraño y prodigioso fluir, resultado de la conjunción de planos interminables y elipsis de vértigo. Las escenas clave nunca se muestran, pero de algún modo las llegamos a saber, bien mediante entrecortadas conversaciones, un intercambio de tímidas sonrisas o el regreso a casa, de puntillas, muy entrada la noche.

Se trata Los amantes regulares de un filme intergeneracional, familiar. Además del protagonismo de Louis Garrel, hijo del director, también aparece su padre, Maurice Garrel en una inolvidable escena en que el anciano trata de quitarle hierro a la derrota revolucionaria de su nieto con un sorprendente truco de magia, como solía hacerle cuando era niño.

Y es que Los amantes regulares bucea tanto en la memoria colectiva como en el recuerdo íntimo. Su fuerza es por ello universal; su fulgor, imborrable."
Texto por Esteban Muñoz

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