CASILDA VICTORIA & CONTACTO EN SAIGÓN - Aquella canción de Roxy

Paradojas del destino, cuarenta años después seguimos sin saber el título de la canción de Roxy escondida en aquella maqueta que revolucionó las ondas en 1982, alzándose con el primer puesto en las votaciones de las 33, las 333 y las 3333 de Radio 3. El Zurdo entonces ya despuntaba como el nuevo Polidori de la defenestrada nueva ola madrileña, reconvertida a pasos forzados en la nueva edad de oro del pop español. Porque, a semejanza del médico de Byron, él parecía componer y relacionarse con sus coetáneos desde la distancia que le daba su sabiduría aplicada a las letras de sus canciones, desde una especie de púlpito bendecido por Warhol, Mishima y Brian Ferry que lo elevaba del mundano suelo maquetero-radiofónico. Cierto, no se suicidó tomando ácido prúsico, pero en cierta medida aceleró su inmortalidad al esconder su rostro en videoclips televisivos con una máscara digna del fantasma de la ópera, y retirarse muy tempranamente por un problema de garganta abrazando las sombras y el anonimato. Brilló el doble y duró la mitad.

Transcurrida una década, solo conozco a una persona capaz de viajar hasta Madrid para visitar una cafetería icónica para cualquier seguidor de las andanzas del que fuera líder de Paraíso, Fernando Márquez, quizá para revivir en su cabeza el clip que nunca existió, para comprobar si era tal la semejanza con Gauguin de aquellos cuadros que decoraban sus paredes, para llevarse de recuerdo una de sus servilletas y demostrarse a sí mismo que Hawaii no era uno de los dos paraísos sino un modesto cafetín del barrio de Chueca. Hablo de Pablo Martínez Vaquero, responsable de esta renovada maravilla junto con Jesús ‘PVP’ Amodia. Ambos han optado por el riesgo que supone el endurecimiento del cover, llevando el clásico de La Mode hacia territorios Trevor Horn aunque sin buscar el punto de congelación en la voz de Casilda Fernández ya que los gélidos tiempos del sello ZTT han pasado a mejor vida. Tampoco abruman los teclados, aquí la nostalgia afortunadamente reniega del fatídico Fairlight evitando a toda costa la comparación con formaciones tecno de la época, incluso con Estación Victoria, lejos de encajar a Casilda donde un día se sintió más cómoda, pudiéndola mecer entre confortables sintes Korg, Yamaha o Roland, la sitúan en un primer plano sin argucias ni truculentos efectos de estudio tan del gusto de la muchachada urban.

Como recompensa, Casilda nos lleva a esas tonalidades femeninas de las formaciones de los ochenta que tanto echamos de menos, entre angelicales y perversas, maternales y docentes. Igual que el Zurdo, ella también se retiró muy pronto de los escenarios, una vez finiquitado el sueño independiente y antes de que las multinacionales lo devorasen todo. Finaliza el tema, la canción de Roxy se termina con la salida del sol ante un futuro incierto, pero la que fuera cantante de Modelos y pese a la tenaz persistencia de los coros en rematar la jugada con ese “se acabó” tras el punteo a lo Manzanera/Zancajo, no nos cita en ninguna cafetería ni en cualquier fiesta, nos lleva de nuevo a un territorio que conoce a la perfección, nada menos que nos convoca en la embajada francesa de Saigón, algo que haría muy feliz a Fernando Márquez y no tanto a la multitud de idiotas que se esconden detrás de cada europeo.

Texto: Manu Guinarte. Febrero 2023.

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